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Quito, 31 de marzo de 2024 Queridos Hermanos, paz y bien En este tiempo sagrado de la Resurrección y la Pascua, deseo enviarles un fraterno saludo en el amor de nuestro Señor Jesucristo. Que la gracia divina llene sus corazones y les conceda fortaleza en su camino de servicio y entrega. En esta ocasión quiero recordarles la importancia de vivir con humildad y dedicación. Nuestra vocación nos llama a ser testigos del Evangelio, a seguir los pasos de San Francisco de Asís, nuestro amado patrono, y a servir a los más necesitados. La Resurrección de Jesús es el corazón mismo de nuestra fe cristiana. En el Evangelio según San Mateo, encontramos estas palabras de Jesús: "Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá" (Mateo 11:25). Esta promesa de vida eterna nos llena de esperanza y nos impulsa a vivir con alegría y confianza. La Resurrección como Esperanza: Jesús se presenta como la fuente de vida y esperanza. Su resurrección de entre los muertos es la prueba definitiva de su divinidad y su poder sobre la muerte. Cuando dice "aunque muera, vivirá", nos está asegurando que la muerte física no es el final. Aquellos que creen en él experimentarán una vida eterna junto a Dios. Esta promesa nos llena de esperanza y nos impulsa a vivir con alegría, sabiendo que nuestra existencia trasciende los límites terrenales. La Fe como Clave: La frase "el que cree en mí" es fundamental. La fe en Jesús es el puente que nos conecta con la vida eterna. No se trata solo de creer en su existencia, sino de confiar en él como nuestro Salvador y Señor. Nuestra fe en la resurrección nos da la certeza de que, incluso en medio de las dificultades y la muerte, hay esperanza y un propósito más allá de lo visible. La fe nos sostiene cuando enfrentamos pruebas y tribulaciones. San Francisco de Asís y la Resurrección: Con su profundo amor por la naturaleza y su deseo de seguir a Cristo en la pobreza y la sencillez, nos enseña a apreciar la belleza de la creación y a cuidar de ella. Sigamos su ejemplo al ser buenos administradores de los recursos que Dios nos ha dado, recordando siempre que somos custodios de la tierra y de nuestros hermanos y hermanas en la promesa de la vida eterna. En este tiempo de Semana Santa, quiero expresar mi profundo agradecimiento y reconocimiento por el amplio movimiento religioso que se ha vivido en nuestra Custodia. Es un momento de gracia y renovación espiritual que nos une como Orden y nos fortalece en nuestra misión. En los Centros de Espiritualidad, hemos visto a muchos fieles buscando momentos de recogimiento y encuentro con Dios. Las Parroquias han sido lugares de oración y reflexión, donde se han celebrado los misterios de la Pasión y la Resurrección. Las Presencias y Misiones han llevado el mensaje de esperanza a comunidades lejanas y necesitadas. Nuestra Pastoral Vocacional ha sido testigo de jóvenes que buscan discernir su llamado y seguir los pasos de San Francisco. En las instituciones, como la unidad educativa y los dispensarios, hemos sido instrumentos de la misericordia divina al servir a quienes más lo necesitan. Quiero agradecer especialmente a los hermanos que han apoyado pastoralmente en esta semana. Su dedicación, oración y servicio han sido un testimonio vivo de nuestra vocación capuchina. Sigamos unidos en la fe y el amor fraterno, recordando siempre que somos custodios de la Buena Noticia y portadores de la esperanza. En el próximo Encuentro de Guardianes y Ecónomos, busquemos discernir juntos cómo podemos ser fieles a nuestra vocación y vivir en el servicio que nos ha encomendado la Custodia. Que nuestras decisiones estén guiadas por el Espíritu Santo y por el amor que tenemos por nuestra Orden y por aquellos a quienes servimos. Que la paz y la alegría de la Resurrección estén siempre con ustedes. Oren los unos por los otros y sigan siendo luz en medio de las tinieblas. Con mi fraterno abrazo y oraciones,